Este ensayo critica la definición común de la corrupción como el abuso del sector público para beneficio privado. Los dos elementos de esta definición están errados: también hay corrupción en el sector privado, y en algunos casos no es para beneficio privado. Otro problema del tratamiento actual de la corrupción es su dependencia del utilitarismo, que reduce la moralidad a asuntos de utilidad individual. Este trabajo le da una dimensión no utilitarista y moral, y considera a la corrupción organizacional como la tolerancia de la violación de las normas establecidas. Además, muestra que la corrupción organizacional tiene costos sociales que no pueden ser internalizados en su totalidad en el modelo de Coase, porque la corrupción por sí misma perjudica la estructura de los derechos de propiedad.
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