El término neoliberalismo sugiere una serie de principios nuevos por un lado y basados también en las ideas liberales clásicas preconizadas por Adam Smith, al que le preocupaba “la riqueza de las naciones” pero entendía que dentro de este concepto había intereses contrapuestos. Si para Smith los principales arquitectos de la economía en su tiempo eran los comerciantes y manufactureros que utilizaban el poder del estado para su beneficio aunque fuera a costa de los demás, hoy en día esos arquitectos son los señores de la economía privada, en considerable medida las grandes corporaciones con poder suficiente para influir en política y estructurar las opiniones e ideas.
Estados Unidos claro está se encuentra al frente del este sistema como primera potencia económica desde antes de la segunda gran guerra cuando pudo salir de la depresión con la economía bélica, desde entonces ha contado con una posición sin precedentes y ha tratado de diseñar el panorama mundial para favorecer sus intereses, interviniendo en cualquier democracia que no sirviera de títere para sus intereses, para su concepto de “estabilidad” que no es sino la protección de las clases altas y las grandes empresas.
Chomsky habla de archivos secretos donde se deja de lado la retórica democratizadora que puede tranquilizar al gran público y se denosta términos como “derechos humanos” o “aumento del nivel de vida” en beneficio de la “estabilidad” anteriormente mencionada. Ejemplo históricos -hoy más o menos aceptados- son la campaña de la CIA contra la democracia italiana del año 48 incluso con intervención militar en caso extremo o los tristes ejemplos de América Latina, desde el derrocamiento del primer gobierno democrático guatemalteco en el 54 hasta la ayuda al golpe de estado en Chile en el 73. El ejemplo de Latinoamérica es paradigmático hablándose en los informes de Washington de la tendencia en los habitantes de estos países a una economía que distribuyera mejor la riqueza y favoreciera a los habitantes de cada nación. Esto resultaría inaceptable cuando los principales beneficiarios son los inversores estadounidenses que entorpecerán cualquier intento de desarrollo local. Este papel predominante de Estados Unidos prevaleció al término de la segunda guerra mundial aunque con reservas a partir de la recuperación de Europa y Japón que enseguida reclamaron parte del pastel de América del Sur. A partir de la desmantelación unilateral -aunque con el consenso de otras potencias- del sistema económico de la posguerra por parte de la administración Nixon es cuando se producen los cambios más importantes.
Si en el 71 sólo el 10% de las transacciones financieras internacionales era economía especulativa, 25 años después los porcentajes son de escándalo calculándose en un 95% de unas cifras considerablemente mayores el material especulativo. Destacados economistas advirtieron la repercusión que podría tener en el bajo crecimiento de la economía y en la reducción de los salarios proponiendo medidas sencillas que nunca se tomaron. Todo esto se vería incrementado por la subida del precio del petróleo y la revolución de las telecomunicaciones. Los estados comunistas se mantendrían al margen del sistema global. En la década de los 70 China estaba siendo reintegrada y la economía rusa se mantendría estancada hasta el derrumbamiento definitivo 20 años después del podrido edificio soviético. La región está volviendo a su status anterior con un 25% de personas por debajo del nivel mínimo de subsistencia y con el enriquecimiento de los nuevos mandatarios -en parte antiguos burócratas comunistas-, los socios locales de las empresas extranjeras, por no hablar del sindicato del crimen. La sintonía con los regímenes de Occidente sigue su correcto curso.
Estos son algunos rasgos de lo que Chomsky define como “el consenso de Washington”. Hablando de neoliberalismo se pueden considerar una serie de puntos muy nebulosos como el poco conocimiento sobre el porqué del desarrollo de la economía; el propugnarse conclusiones con poco fundamento como base de la doctrina política; el entusiasmo por la ortodoxía cuando el “saber convencional” es inestable y evoluciona constantemente; y lo más importante es el reconocimiento retrospectivo de las malas políticas de desarrolllo y como esas políticas continuan floreciendo en el presente para favorecer a los más poderosos. Ésto ocurre desde los tiempos del padre del neoliberalismo Adam Smith y se da con suma crueldad en los países deprimidos aunque también en los más ricos. Esta es la conclusión a tener en cuenta, que “malas ideas” sobre políticas de desarrollo económico se convierten en “buenas ideas” gracias a los propios planificadores -así como a las élites locales asociadas a ellos- dejando al margen el bienestar de los sujetos sobre los que se experimenta. Es la pauta que ha persistido, la de los beneficios por encima de las personas, todo ello claro está enmascarado en la actualidad con la retórica del “milagro económico” que produce el capitalismo y la democracia.
Hablando de la historia, hay que decir que las diferencias entre el primer mundo y el tercero en el siglo XVIII eran menores de lo que son hoy. Hay una cuestión que se puede considerar clara y es que el desarrollo de los países ha dependido históricamente de si se han librado de los experimentos basados en las “malas ideas” que resultaban muy buenas para sus planificadores y colaboradores. Otro dogma que se viene abajo es el del “mercado libre” cuando se comprueba que el desarrollo ha estado vinculado en gran medida a la intervención del estado. Ejemplos históricos podemos encontrar en los propios Estados Unidos que mantuvo su producción de algodón a precios baratos y accesibles gracias, no a las fuerzas del mercado, sino a la esclavitud y la eliminación de las fuerzas indígenas; en la India todos los recursos fluían a Inglaterra mientras su propia industria textil iba siendo destruida gracias al intervencionismo y la fuerza del estado británico. Si buscamos una analogía contemporánea la podemos encontrar en la energía de la que dependen la industria de los países industriales. A partir de la posguerra se ha mantenido el petróleo abundante y barato gracias, en buena medida, a la amenaza o el uso de la fuerza. Hay un estudio que demuestra que, dentro del presupuesto del Pentágono, se dedica un 30% del precio del petróleo en el mercado como subvención, lo que demuestra que la habitual opinión de que los combustibles fósiles no son caros es una auténtica ficción. Si se conocieran más de estos datos se derrumbaría el axioma de la supuesta eficacia del mercado así como las conclusiones sobre salud y desarrollo económico.
En los planes japoneses de desarrollo posteriores a la segunda gran guerra se rechazó la doctrina neoliberal de los consejeros estadounidenses prefiriendo una política industrial que asignaba un papel preferente al estado, los mecanismos de mercado solo fueron introducidos de manera gradual por la burocracia estatal y los conglomerados financiero-industriales conforme aumentaron las perspectivas de éxito comercial. El éxito fue grandioso, convirtiéndose Japón en la década de 1990 en una de las mayores economías manufactureras del mundo y la primera fuente de inversiones extranjeras. Si comparamos la profunda desigualdad existente en América Latina con las condiciones sociales del Asia Oriental los resultados son impresionantes. Si en América Latina las importaciones están dirigidas al consumo de los ricos, en Asia Oriental lo está hacia la inversión productiva. En definitiva, en América Latina existe un sometimiento del estado a los ricos y un control de parte de la producción industrial por parte de las multinacionales. Es importante el conocimiento del papel de la iniciativa y la gestión del estado en las economías triunfantes así como el porqué ha llegado el tercer mundo a ser lo que es hoy debido, en gran parte, al liberalismo económico compulsivo que ya se encontraba en un proceso de globalización en el siglo XIX.
El papel de la propaganda en el moldeamiento de masas.
«Detengámonos ahora en las doctrinas que se han elaborado para imponer las modernas formas de democracia política. Se exponen con bastante precisión en un importante manual de la industria de relaciones públicas, obra de una de sus figuras más descollantes, Edward Bernays. Arranca con la observación de que “la manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones establecidos de las masas es un componente importante de la sociedad democrática”. Para llevar adelante esta tarea esencial, “las minorías inteligentes deben utilizar la propaganda constante y sistemáticamente”, porque sólo éstas “comprenden los procesos mentales y las pautas sociales de las masas” y pueden “mover los hilos que controlan la opinión pública”. Por lo tanto, nuestra “sociedad ha consentido en permitir que la libre competencia se organice mediante el liderazgo y la propaganda”, otro caso de “consentimiento sin consentimiento”. La propaganda procura al liderazgo un mecanismo “para moldear el pensamiento de masas” de tal modo que “encaucen su recién ganada fuerza en la dirección deseada”. El liderazgo puede “uniformar todas las parcelas de la opinión pública tanto como el ejército uniforma los cuerpos de los soldados”. Este proceso de “ingeniería del consentimiento” es la mismísima “esencia del proceso democrático”, escribió Bernays poco después de que la Asociación Americana de Psicología lo homenajeara en 1949.
La importancia de “controlar la opinión pública” se ha reconocido cada vez con mayo claridad a medida que las luchas populares lograban ampliar el terreno de juego democrático, dando lugar así a la aparición de los que las elites liberales llaman “la crisis de la democracia”, lo que ocurre cuando poblaciones normalmente pasivas y apáticas se organizan y buscan entrar en la arena política para perseguir sus intereses y reivindicaciones, con lo que amenazan la estabilidad del orden. Tal como explica Bernays el problema, “con el sufragio universal y la escolarización universal … al final incluso la burguesía ha tenido miedo de la gente del pueblo. Pues las masas se prometían llegar a ser el rey”, tendencia que por fortuna se ha invertido —así se esperaba— conforme se han inventando y poniendo en práctica nuevos métodos “para moldear las mentalidad de las masas”».
El libre mercado no es responsable del desarrollo de los países.
«Volvamos a la segunda cuestión: ¿cómo lograron desarrollarse Europa y lo que escapó a su control? De nuevo parece estar clara parte de la respuesta: violando radicalmente la aprobada doctrina del mercado libre. La conclusión vale lo mismo para Inglaterra que para la zona actualmente en crecimiento del este de Asia, y ninguna duda para Estados Unidos, el líder del proteccionismo desde sus orígenes.
La historia económica establecida reconoce que la intervención del estado ha desempeñado un papel central en el crecimiento económico. Pero su impacto se subestima debido a la estrechez de miras. Por mencionar una omisión de primer orden, la revolución industrial se basó en el algodón barato, procedente sobre todo de Estados Unidos. No se mantuvo barato y accesible gracias a las fuerzas del mercado, sino mediante la esclavitud y la eliminación de las poblaci
La historia económica establecida reconoce que la intervención del estado ha desempeñado un papel central en el crecimiento económico. Pero su impacto se subestima debido a la estrechez de miras. Por mencionar una omisión de primer orden, la revolución industrial se basó en el algodón barato, procedente sobre todo de Estados Unidos. No se mantuvo barato y accesible gracias a las fuerzas del mercado, sino mediante la esclavitud y la eliminación de las poblaci
ones indígenas. Desde luego que había otros productores de algodón. El más sobresaliente era la India. Sus recursos fluían a Inglaterra mientras la propia industria textil iba siendo destruida, mediante el proteccionismo y la fuerza, por los británicos. Otro caso es Egipto, que avanzó hacia el desarrollo al mismo tiempo que Estados Unidos, pero fue bloqueado por la fuerza británica, por las casi explícitas razones de que Gran Bretaña no toleraría un desarrollo independiente de esa región. Por el contrario, Nueva Inglaterra pudo seguir el camino de la madre patria, prohibiendo los textiles británicos que eran más baratos mediante fuertes aranceles aduaneros, igual que habían hecho los británicos con
la India. Sin estas medidas la mitad de la industria textil que se estaba creando en Nueva Inglaterra habría desaparecido, estiman los historiadores económicos, con efectos a gran escala sobre el crecimiento económico en general»
Chomksy sobre América Latina
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