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sábado, 30 de enero de 2016

#FotoAérea #Panorámica Ciudad de Santa Ana, El Salvador




Foto Aérea tomada a 400 mts de altura. Pueden descargar y utilizar la foto bajo la licencia de Creative Commons  [Reconocimiento – NoComercial (by-nc): Se permite la generación de obras derivadas siempre que no se haga un uso comercial. Tampoco se puede utilizar la obra original con finalidades comerciales.]



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miércoles, 27 de enero de 2016

Los siete fraudes inocentes capitales de la política económica - Warren Mosler [ePub]


Los siete fraudes inocentes capitales de la política económica que analiza Mosler con gran rigor y no sin sentido del humor constituyen falsificaciones de dimensiones históricas que juegan un papel fundamental a favor de las clases dominantes. Estos fraudes inocentes están basados en sendos errores de teoría macroeconómica. Cubren un territorio muy amplio que va desde una visión equivocada sobre la naturaleza, estructura y dinámica de las finanzas públicas, hasta las distorsiones provocadas por la desatinada visión que se tiene sobre el funcionamiento del sistema bancario y la política monetaria. De la aguda mirada de Mosler no escapa la percepción dominante sobre las causas y la lucha contra la inflación, ni las distorsiones existentes sobre los distintos componentes de la balanza de pagos. Su examen cubre todos los campos de la teoría y la política macroeconómica y contribuye a desmitificar siete de los mitos más destructores que marcan la política fiscal, monetaria, crediticia y cambiaria en la economía contemporánea.

Descargar: Los siete fraudes inocentes capitales de la política económica - Warren Mosler

La Cárcel del Consumismo [Documental]

lunes, 25 de enero de 2016

#FotoAérea #Panorámica Volcán de San Salvador, El Salvador







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#FotoAérea #Panorámica Los Planes de Renderos, El Salvador




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La República bananera USA - Francisco Umbral [ePub]


«Hermosa, grande y pistolera América, te ha llegado el momento de desenterrar el hacha atómica de guerra y asesinar de nuevo a Toro Sentado, mientras los tramperos de Arkansas y los caballos de Arizona tiemblan de deicidios. América, América, la democracia más putrefaccionada y poderosa de la Tierra. Desde el asesinato de Lincoln al suicidio de Marilyn, no has dejado de ser un tejido de irlandeses borrachos, italianos mafiosos y negros zumbones. Todo eso vuelve ahora como un regüeldo del cielo. Atlántida equivocada, errata de Platón, América, eres una Lolita puteada».
Francisco Umbral, con una mayor penetración psicológica que nunca, avisa nada más llegar Bush hijo a la presidencia de los Estados Unidos de América que el Imperio necesita una guerra para que su economía funcione y predice el enfrentamiento armado que llega cuando el 11 de septiembre de 2001 son destruidas las Torres Gemelas de Nueva York. «La República bananera USA» no es sólo la historia de la caída del símbolo norteamericano y de la guerra contra Afganistán, antiguo aliado, sino la historia de un sistema político que aboga por la muerte como forma de riqueza. Umbral afirma: «En su toma de posesión, Bush promete más poder militar, menos impuestos y «compasión» con la pobreza. Es la tríada más reaccionaria que se ha lanzado nunca desde la butaca del mundo. (…) Lo que quiere decir Bush, realmente, es que la industria armamentista es clave en la economía americana, y que así va a haber más trabajo para todos, más comercio y más dinero». Cuando caen las Torres Gemelas, se cumplen los deseos de Bush: ya tiene la excusa necesaria para desplegar sus ejércitos por los países que son su interés estratégico. Es la hora del poder militar.
Umbral traza durante dos años con maestría el mapa de la guerra entre Occidente y Oriente y avisa de cómo será la guerra del futuro. «La República bananera USA» es historia contada en el momento en que se produce, crónica rápida y en caliente, una de las obras maestras de Francisco Umbral.

Descargar: La República bananera USA - Francisco Umbral

Fouché - Stefan Zweig [ePub]



La ambición y la intriga son las únicas pasiones de este hombre político, carente de escrúpulos y moral, que navega a través de las convulsiones sociales y políticas de la Francia revolucionaria y del imperio sin mudar el gesto. Como muy bien dice Zweig: «Los gobiernos, las formas de Estado, las opiniones, los hombres cambian, todo se precipita y desaparece en ese furioso torbellino del cambio de siglo, sólo uno se queda siempre en el mismo sitio, al servicio de todos y de todas las ideas: Joseph Fouché».

Descargar: Fouché - Stefan Sweig


domingo, 24 de enero de 2016

#FotosAérea #Panorámica Antigua Guatemala - Guatemala



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Monseñor Romero, Piezas para un retrato - María López Vigil


Monseñor Romero, piezas para un retrato María López Vigil "Este es un libro de testimonios, no un archivo documental, ni siquiera una biografía. No hay orden cronológico en el orden y hay muchos vacíos y baches. Platicar con unas doscientas personas durante casi mil horas, me colocó al final con bastantes encrucijadas de elección. No me fué fácil. Y tal vez he sido parcial. Los nombres de los testigos están allí, pero también quise poner mis propias cuotas de pluma y veneración" La autora.

sábado, 23 de enero de 2016

El Nacimiento [Crisis del agua en El Salvador]

#FotoAérea #Panorámica San Salvador, El Salvador



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#Avances Paso a Desnivel Redondel Masferrer

















viernes, 22 de enero de 2016

Inside job, un documental sobre la crisis financiera internacional

Está claro que el documental, como todos los documentales, tiene un claro sesgo político y te enfoca en una dirección, desde luego está muy bien llevado. Explica de una forma bastante sencilla lo que ha sucedido en el mundo en los últimos treinta años para que llegar a la situación de la crisis financiera internacional, y realmente está contada por los protagonistas.

En el documental se pueden ver entrevistas inéditas a Paul Volcker, Dominique Strauss-Kahn, Christine Lagarde o Nouriel Roubini (entre otros), que intentan explicar cómo y porqué sucedió lo que sucedió (básicamente lo que llevamos contando por aquí desde el verano de 2007 pero en poco tiempo y con caras famosas).


La conclusión a la que llega el documental es que la causa de todo esto es una nociva relación entre los políticos y los banqueros, que en conveniencia y durante treinta años desregularon el sector y permitieron que se consumara una gran estafa. Esta estafa, en lugar de acabar con gente en la cárcel, ha acabado con rescates por parte del Estado (y por tanto, de sus ciudadanos) y con los banqueros en sus mismos puestos o al menos en cargos de similar importancia (e ingresos). Todo esta historia se circunscribe a EE.UU., aunque es fácilmente exportable a otros países.

Los hechos hablan por si solos, y aunque el documental, como he dicho antes, quiere conducirnos a una conclusión concreta, mucho de lo que hace es realizar preguntas bastante inteligentes y comprometidas a las personas involucradas y dejar que den explicaciones muy malas, con lo cual quedan en evidencia. Muy recomendable.

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Atlas de la Pobreza y la Opulencia en El Salvador - Salvador Arias Peñate




En el año 2004, a petición de las organizaciones campesinas del país, elaboramos una estrategia para establecer un salario social. Dicho esfuerzo requería establecer, primero, cuáles eran las condiciones de ingreso de las familias trabajadoras rurales y sus condiciones de vida. Esto nos llevó a rastrear, dentro de la información oficial, indicadores sobre los ingresos de los hogares, el problema del desempleo, los salarios, el tema de las remesas y la situación de acceso a salud, educación, servicios básicos, etc. Desde entonces comenzamos un proceso que duró más de 5 años, en el cual el análisis se fue complicando, dado que nos vimos en la necesidad de elaborar nuevas metodologías para el tema de los salarios y su relación con el costo de la vida, con la canasta de mercado, el costo de los servicios esenciales y la redefinición del término de pobreza, entre otras cosas.
Toda esta labor fue necesaria debido a que, según las estadísticas oficiales, la situación del desempleo, de la pobreza y de las condiciones de vida de la población, no eran tan graves; no obstante la población estaba con hambre y sin trabajo. Cuando vimos los niveles de ingresos y salarios de la población y el alto costo de la vida, nos dimos cuenta de las limitaciones que hubiese tenido tocar solamente el tema de salarios, dado que como en el caso de las personas que viven en el campo, en un hogar rural tendrían que trabajar más de 8 personas, si se quisiera que la familia satisficiera sus necesidades básicas y dejara de ser pobre.
Es de esta forma como se logran introducir nuevas metodologías y nuevos conceptos, en el afán de querer establecer, sin trucos, las condiciones en que vive la población, como podrán apreciar ustedes en el libro que ponemos en sus manos.
Extender el análisis a todas las personas que trabajan en comercio y servicios, en la industria, en la maquila, en la agro industria y a los cortadores de café y caña, nos confirmó que no se puede resolver el problema de la población únicamente con incrementos salariales. En primer lugar, porque quienes reciben salarios permanentes son más o menos la tercera parte de la población económicamente activa y; en segundo lugar, porque subir los salarios hasta los niveles requeridos por los costos de la canasta de mercado, crearía un proceso inflacionario que anularía el artificio monetario de subir los salarios monetarios. Así nos dimos cuenta que el problema estaba relacionado con la distribución del ingreso y, por lo tanto, iba más allá de una simple política de salarios mínimos. Era un problema estructural relacionado con la pobreza y por eso mismo con la concentración y centralización del capital, es decir, un problema que requería analizar el modelo neoliberal en el marco del sistema capitalista.
Estas condiciones hicieron que tuviéramos que elaborar dos veces el documento. Primero, por lo complejo y holístico que se volvió el análisis, cuando concluimos que teníamos que establecer cómo funcionaba el modelo de acumulación y concentración del capital en el marco del modelo neoliberal, haciendo uso de la metodología marxista, y explicar cómo este había llevado a la población a las condiciones de explotación y exclusión que aquí se analizan. En segundo lugar, por el tiempo que corría antes de la finalización de la investigación, mientras las Encuestas de Ingresos y Gastos que salen cada año nos desactualizaban la información. Además, se anunciaron el VII Censo Económico 2005 y el Censo de Población del año 2007. Entonces decidimos reajustar todo el documento, incorporando estos últimos dos censos y tomar como última Encuesta de Ingresos y Gastos la del año 2007. Este cambio le daba más robustez y coherencia a la base estadística para la investigación. Es así que el texto que les presentamos es la segunda versión, lo cual ha permitido, según nuestra consideración, un documento más completo, ya que permite dimensionar por diferentes metodologías la inmensa concentración y centralización que logra la burguesía oligárquica en los veinte años del modelo neoliberal, los diferentes mecanismos que utilizan para esto, así como, establecer desde una dimensión nacional, urbano, rural y a nivel departamental, las condiciones de explotación, de pobreza y exclusión que realmente vive el pueblo salvadoreño.
A través de este análisis hemos podido concluir, con mucha indignación, que somos un país de pobres, explotados y excluidos; con una burguesía oligárquica aliada al capital transnacional que logra niveles de acumulación y concentración de la riqueza y el capital, que son ofensivos para el pueblo salvadoreño y para la humanidad. Igualmente, podemos concluir que este problema no tiene solución en el marco del modelo neoliberal, ni en el marco del sistema capitalista, por lo cual se proponen los lineamientos de un modelo alternativo, que cree las condiciones para desarrollar una transición hacia un sistema socialista, como la única salida para el pueblo salvadoreño.
El libro tiene cuatro capítulos; el primero, desarrolla el tema de la concentración y la centralización del capital, explicitando cómo el modelo neoliberal logra la recomposición del capital de la burguesía oligárquica y su gran aliado el capital transnacional, durante todo el período de posguerra. El segundo capítulo desagrega la situación de la pobreza de los hogares salvadoreños, tanto desde el punto de vista de sus ingresos, como de sus condiciones de acceso a los servicios esenciales, que la misma Constitución de la República establece como derechos de los salvadoreños. El tercer capítulo plantea los lineamientos para lograr construir una Democracia con Desarrollo Sustentable, sin pobreza y con paz social, para lo cual se plantea un camino y las medidas para abrir el proceso de transición hacia la construcción del socialismo salvadoreño y la democracia socialista. El cuarto y último capítulo presenta, primero, un breve análisis comparativo sobre los parámetros que dibujan la pobreza y las condiciones sociales que se viven en los 14 departamentos del país; para luego pasar a una explicación, de manera individual, del proceso de concentración de la riqueza y los niveles de explotación que existen en cada uno de los departamentos, así como su situación de pobreza, producto de la acumulación y la explotación.
Este trabajo, como todos los otros de mi autoría, tiene un carácter colectivo; en él participaron varios estudiantes que ya, en su mayoría, son economistas graduados. De todos ellos, quien vivió todo el proceso, desde el inicio hasta la terminación del libro, fue Sergio de Jesús Gómez Pérez, un incansable, sistemático e inteligente joven economista. Lo mismo puede decirse de José Margarito Nolasco y Vilma Lucrecia Mejía. Además, participaron en las diferentes etapas del esfuerzo, Blanca Estela Carbajal, Nelly Karolina García, Enis del Carmen García, Rubén Figueroa, Carolina Doñan, Luz ldalia Zelada y Laura Zavaleta. En el anonimato queremos agradecer a varios profesionales que nos colaboraron desde la Dirección General de Estadística y Censos y otros que, por su compromiso con nuestro pueblo, hicieron posible con su apoyo económico, esta edición, agradezco el aporte a través de su arte a mi amigo el pintor Augusto Crespín quien realizo especialmente para este libro la pintura que forma parte de la portada. Por último, tenemos que dejar constancia que el Lic. Juan Antonio Chicas, permitirá a los lectores una mejor comprensión de este trabajo, a través de su gran aporte corrigiendo los problemas gramaticales, ortográficos y de estilo, así como también mediante sus contribuciones al diseño final de esta obra.
Mi esposa Marcela, que siempre estuvo cerca animándome para que no cediéramos ante el cansancio que provocara el gran volumen de información, así como su procesamiento, organización y análisis que contiene esta obra. Lo anterior significó sacrificar tiempo de la familia, principalmente de nuestra amada Montserrat, que con sus tres años de edad, requiere amor y tiempo, que en parte fue absorbido por esta obra dedicada a nuestro pueblo y su revolución.
Esperamos que este esfuerzo de más de cinco años de trabajo sea útil para los estudiantes, investigadores de las ciencias sociales y para el pueblo en general; en la medida que intentamos desenmascarar la mentira sobre la realidad de los profundos niveles de pobreza que vive nuestro pueblo y los niveles ofensivos de riqueza que ha acumulado la burguesía oligárquica de nuestro país, así como del abuso de la mayoría de las empresas transnacionales radicadas en nuestra economía. Realidad que siempre se ha ocultado y lastimosamente hasta este momento, se continúa con esa misma actitud por parte de las actuales autoridades gubernamentales y la inmensa mayoría de los políticos, aduciendo principios de racionalidad, cálculos electorales y estabilidad política; todo esto, a favor del sistema capitalista imperante y de intereses personales y de grupos, olvidándose de la grave crisis que vive el pueblo y de los derechos económicos, políticos y sociales de éste.

Salvador Arias

30 de abril de 2010.

Fuente: Arias Peñate, Salvador. (2010). Atlas de la pobreza y la opulencia en El Salvador. San Salvador: s.n. (Talleres Gráficos UCA).

The Corporation [La Corporación] Completo en español

Democracia y desigualdad: del 1%, por el 1%, para el 1% - Joseph Stiglitz


La creciente desigualdad económica se traduce en una menor igualdad de oportunidades para los ciudadanos. Distribuir mal la riqueza socava la eficiencia de la economía y deslegitima la democracia.

Es inútil fingir que lo que ocurre en realidad no ocurre. Actualmente, el uno por cien más rico de los ciudadanos estadounidenses se lleva casi un cuarto de los ingresos del país, cada año. El uno por cien de los más ricos controla el 40 por cien de la riqueza del país. Su destino es mucho más halagüeño que en el pasado. Hace 25 años, el 12 por cien de los más ricos controlaba el 33 por cien de la riqueza. Habrá quien celebre el ingenio que ha llevado la buena fortuna a esas personas y habrá quien argumente que la marea alta hace subir a todas las barcas. Se trataría no obstante de posturas llamadas a engaño.

Mientras que ese uno por cien más rico ha visto sus ingresos incrementarse en un 18 por cien durante la última década, quienes ocupan la mitad inferior de la tabla han visto los suyos caer. Además, los ingresos de los hombres con solo estudios secundarios han sufrido un descalabro, menguando un 12 por cien en el último cuarto de siglo. Solo se han beneficiado del crecimiento de las últimas décadas –y más allá– los más ricos. En términos de igualdad de ingresos, Estados Unidos se sitúa por detrás de todos los países de esa Europa “fosilizada” que el presidente George W. Bush solía ridiculizar. Entre nuestros pares se encuentran Rusia, con sus oligarcas, e Irán. Mientras que muchos de los antiguos epicentros de desigualdad de América Latina, como Brasil, se han esforzado en los últimos años –con bastante éxito– por aliviar las dificultades de los más desfavorecidos y reducir la brecha entre los ingresos, EE UU ha permitido que la desigualdad crezca.

Los economistas intentaron ya hace tiempo justificar las vastas desigualdades que tan perturbadoras parecían a mediados del siglo XIX, desigualdades que apenas son una pálida sombra de lo que vemos hoy en EE UU. A modo de justificación, a los economistas se les ocurrió lo que vino a llamarse “teoría de la productividad marginal”. En resumidas cuentas, esa teoría asociaba mayores ingresos con mayor productividad y mayor contribución a la sociedad. Se trata de una teoría muy querida por los ricos, desde siempre. No obstante, las pruebas que demuestran su validez son insustanciales. Los ejecutivos que han contribuido a provocar la recesión de los últimos años –y cuya contribución a la sociedad y a sus propias empresas ha sido profundamente negativa– han seguido recibiendo sustanciosas bonificaciones. En algunos casos, las compañías sentían tal reparo por llamar a esas recompensas “bonificaciones por rendimiento” (performance bonuses) que se vieron obligadas a rebautizarlas como “bonificaciones por mantenimiento” (retention bonuses), aunque lo único que se mantuviese fuera un mal rendimiento. Quienes han contribuido con grandes y positivas innovaciones a nuestra sociedad, desde los pioneros del conocimiento genético a los de la era de la información, reciben una miseria en comparación con los responsables de las innovaciones de índole financiero, que han puesto la economía global al borde de la ruina.



Desigualdad y oportunidades

Ante la desigualdad de ingresos algunos se encogen de hombros. ¿Y qué, si una persona gana y otra pierde? Lo que importa, arguyen, no es cómo se reparta la tarta, sino el tamaño de la tarta. Tal argumento es intrínsecamente falaz. Es improbable que una economía en la que la situación de la mayoría de ciudadanos vaya a peor, año tras año, –como la estadounidense– pueda funcionar a largo plazo. Son varias las razones que explican esto.

En primer lugar, una desigualdad creciente es la cara oculta de otro fenómeno: el decrecimiento de las oportunidades. Cada vez que disminuye la igualdad de oportunidades dejamos de explotar uno de nuestros activos más valiosos, las personas. En segundo lugar, muchas de las distorsiones que llevan a la desigualdad –como las asociadas al poder monopolístico y al tratamiento fiscal preferencial en razón de intereses particulares– socavan la eficiencia económica. Esta nueva desigualdad evoluciona creando nuevas distorsiones que a su vez erosionan aún más la eficiencia. Un ejemplo: demasiados estadounidenses jóvenes y con talento han optado por dedicarse a las finanzas, vistos sus astronómicos dividendos, en lugar de a otros campos desde los que podrían contribuir a una economía más sana y productiva.

La tercera razón, y quizá más importante, es que una economía moderna requiere “acción colectiva”: es necesario que el gobierno invierta en infraestructuras, educación y tecnología. EE UU y el mundo se han beneficiado enormemente de la investigación, patrocinada desde los gobiernos, la cual ha desembocado en la aparición de Internet, los avances en sanidad pública, etcétera. Sin embargo, EE UU lleva mucho tiempo sufriendo una inversión insuficiente en infraestructuras (miren en qué condiciones se encuentran autopistas, puentes, ferrocarriles y aeropuertos), en investigación básica y en educación de todos los niveles. Y nos esperan más recortes en estas áreas.

Nada de esto debería sorprendernos: es lo que ocurre cuando en una sociedad la riqueza se distribuye asimétricamente. Cuanto más dividida está una sociedad en términos de riqueza, más reacios se muestran los ricos a gastar dinero en necesidades comunes, ya que no necesitan que el gobierno haga parques ni proporcione educación, atención médica o seguridad personal: ellos pueden comprar todas esas cosas. En el proceso, se distancian de la gente corriente, perdiendo cualquier tipo de empatía. Se preocupan además de que el gobierno no sea demasiado fuerte, de que no pueda aplicar sus poderes para ajustar el desequilibrio y quitarles así parte de sus riquezas e invertirlas en el bien común. El uno por cien más rico puede quejarse sobre el tipo de gobierno que tenemos en EE UU, pero en realidad están encantados con él: está demasiado estancado como para redistribuir riqueza alguna y demasiado dividido como para hacer otra cosa que no sea bajar impuestos.



La clave: política fiscal

Los economistas no están seguros de cómo explicar al detalle por qué sigue creciendo la desigualdad en EE UU. Desde luego, las dinámicas habituales de oferta y demanda han desempeñado su papel: por un lado, la tecnología ha permitido ahorrar mano de obra y ha reducido la demanda de muchos puestos de trabajo “buenos” para la clase media trabajadora. La globalización ha creado un mercado mundial en el que se confrontan los caros trabajadores no cualificados estadounidenses con los baratos trabajadores no cualificados de otros países. Los cambios sociales también tienen parte de responsabilidad, a saber, el declive de los sindicatos, que antaño representaban a un tercio de los trabajadores estadounidenses y hoy día solo al 12 por cien.

En gran medida, sin embargo, la razón por la que existe tanta desigualdad es porque el uno por cien más rico así lo desea. El ejemplo más obvio tiene que ver con la política fiscal. La bajada de los impuestos sobre las plusvalías, que es como los ricos obtienen gran parte de sus ingresos, ha dado manga ancha a los más adinerados. Los monopolios y cuasimonopolios siempre han constituido una fuente de poder económico –desde John D. Rockefeller, a principios del siglo XX, a Bill Gates, a finales–.

La laxa observancia de las leyes antimonopolio, especialmente durante los gobiernos republicanos, ha sido miel sobre hojuelas para el uno por cien más rico. Gran parte de la desigualdad de hoy se debe a la manipulación del sistema financiero, potenciada por cambios en la reglamentación que la propia industria financiera ha pedido y pagado, en lo que ha sido una de las mejores inversiones de su historia. El gobierno prestaba dinero a las instituciones financieras a un interés cercano a cero y ofrecía generosos rescates con condiciones muy favorables cuando todo lo demás fallaba. Ante la falta de transparencia y los conflictos de interés, los legisladores hacían la vista gorda.

Cuando consideramos el descomunal volumen de riqueza controlado por el uno por cien de los ciudadanos más ricos de EE UU, es lógico concluir que la creciente desigualdad es otro ejemplo del típico logro estadounidense: comenzamos en puestos rezagados, pero ahora ocupamos la primera línea de la desigualdad mundial. Y parece que nos apoyaremos en este logro durante unos cuantos años, pues las circunstancias que lo hicieron posible se fortalecen a sí mismas. La riqueza engendra poder y el poder engendra más riqueza. Durante el escándalo de las sociedades de ahorro y crédito inmobiliario de la década de los ochenta –escándalo cuyas dimensiones, miradas hoy, parecen casi pintorescas–, una comisión del Congreso preguntó al banquero Charles Keating si los 1,5 millones de dólares que había repartido entre algunos cargos electos clave servirían para comprar su apoyo: “Definitivamente, espero que sí”, contestó.

El Tribunal Supremo, en su reciente caso Citizens United, ha consagrado el derecho de las empresas a comprar al gobierno, pues elimina los límites de sus aportaciones a las campañas electorales. Lo personal y lo político están hoy perfectamente alineados. La casi totalidad de los senadores y la mayoría de los representantes de Capitol Hill pertenecían ya al uno por cien más rico cuando ocuparon su cargo. Mantienen su puesto gracias al dinero de otros miembros de ese uno por cien y saben que, si sirven a ese uno por cien, serán recompensados al retirarse. Quienes diseñan las políticas clave sobre comercio y economía provienen en su gran mayoría del uno por cien más rico. Las empresas farmacéuticas reciben un regalo de un billón de dólares en forma de ley que prohíbe negociar los precios al gobierno, el mayor comprador de medicamentos del país. No debe sorprendernos. Tampoco que del Congreso no salga ninguna ley fiscal que no recorte impuestos para los ricos. Así es como se espera que funcione el sistema dado el poder del uno por cien más rico.

La desigualdad distorsiona la sociedad de todas las maneras imaginables y tiene, por ejemplo, un efecto claro sobre el estilo de vida: quienes no forman parte del uno por cien más rico viven, cada vez más, por encima de sus posibilidades. El goteo de la riqueza desde las capas altas a las medias es quizá una quimera en nuestra economía; los comportamientos, sin embargo, sí que se filtran.
También la desigualdad distorsiona de manera radical la política exterior del país. El uno por cien más rico rara vez sirve en el ejército: lo cierto es que unas fuerzas armadas de voluntarios no pueden pagar lo suficiente como para llamar la atención de sus hijos e hijas (y el patriotismo tiene un límite). Tampoco las clases más adineradas sufren el aguijonazo de la subida de impuestos cuando el país va a la guerra: se pagará todo con dinero prestado. La política exterior, por definición, se ocupa de equilibrar los intereses y recursos nacionales. Con el uno por cien más rico al mando, y sin pagar precio alguno, las nociones de equilibrio y moderación saltan en pedazos. Podemos embarcarnos en aventuras sin límites: las empresas y contratistas las apoyarán si no es para ganar más.

Las reglas de la globalización económica se han diseñado asimismo para beneficiar a los ricos, pues fomentan la competitividad entre las empresas de los países, lo que provoca la bajada de impuestos a las empresas, debilita la protección sanitaria y ambiental y mina lo que solíamos considerar derechos laborales “fundamentales”, como el convenio colectivo. Tratemos de imaginar cómo sería el mundo si las reglas estuvieran diseñadas para fomentar la competitividad, no entre las empresas sino entre los trabajadores de cada país. Los gobiernos competirían por proporcionar seguridad económica, impuestos reducidos para quienes ganan sueldos medios, una buena educación y un medio ambiente limpio: cosas que preocupan a los trabajadores. Pero el 1 por cien más rico no tiene que preocuparse de todo eso. O, más exactamente, cree que no tiene que preocuparse.



Identidad y sociedad justa

De todos los costes impuestos a nuestra sociedad por el uno por cien más rico, quizá el mayor sea la erosión de nuestro sentido de la identidad, en el que desempeñan un papel tan importante el juego limpio, la igualdad de oportunidades y el sentido de comunidad. EE UU siempre se ha jactado de ser una sociedad justa donde todos tienen las mismas oportunidades de salir adelante, pero las estadísticas sugieren lo contrario: las oportunidades de llegar a la cumbre para un ciudadano sin recursos, o siquiera para un ciudadano de clase media, son menores en EE UU que en muchos países de Europa. Los pobres llevan las de perder.

Esa misma percepción de la injusticia de un sistema que niega oportunidades ha desencadenado las revueltas en Oriente Próximo: los precios de los alimentos al alza y el paro siempre creciente entre los jóvenes solo fueron la chispa que prendió la mecha. El desempleo juvenil en EE UU ronda el 20 por cien (y en algunos lugares y entre ciertos grupos demográficos, dobla esa cifra); uno de cada seis estadounidenses es incapaz de encontrar un empleo a tiempo completo; uno de cada siete depende de cupones de alimentos para comer (y la misma cantidad sufre “inseguridad alimentaria”). Todo lo anterior demuestra que hay algo que ha bloqueado el cacareado “goteo de riqueza” desde el uno por cien más rico al resto. Y, a la vez, tiene un efecto predecible: la alienación. En las elecciones de 2008 solo votó el 21 por cien de jóvenes en la veintena (el mismo porcentaje que no tiene empleo).

En los dos últimos años millones de personas han tomado las calles para protestar contra las condiciones políticas, económicas y sociales de sus sociedades. Los gobiernos han caído en Egipto, Túnez y Libia. En Yemen y Bahréin se han producido protestas. Las mandatarios de los países de esa región siguen con nerviosismo los acontecimientos desde sus áticos con aire acondicionado: ¿quién será el siguiente? Su preocupación está justificada. En esas sociedades, una minúscula fracción de la población (menos del uno por cien) controla la inmensa mayoría de la riqueza en lugares donde esta es un factor determinante de poder y la corrupción de un tipo u otro es un modus vivendi enquistado, en los que los más ricos a menudo entorpecen activamente medidas que podrían mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.

Mientras contemplamos el fervor popular deberíamos hacernos la siguiente pregunta: ¿cuándo despertará ese fervor en EE UU? En muchos sentidos, nuestro país se ha convertido en uno de esos lugares distantes y problemáticos.



Cuidar del vecino

Alexis de Tocqueville describió en una ocasión lo que él consideraba la piedra angular del genio particular de la sociedad estadounidense, algo que él llamaba “el egoísmo bien entendido”. Las dos últimas palabras son muy importantes. Todo el mundo es egoísta en sentido estricto: ¡quiero lo que es bueno para mí y lo quiero ahora mismo! El egoísmo “bien entendido” es otra cosa. Significa saber valorar que atender al egoísmo de los demás –en otras palabras, al bien común– es, de hecho, condición previa para el bienestar propio. Tocqueville no quería decir que ese planteamiento fuera noble o idealista. De hecho, proponía lo contrario. Los estadounidenses habían comprendido algo básico: cuidar del vecino no solo es bueno para el alma. También es bueno para los negocios.

El uno por cien más rico posee las mejores casas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor estilo de vida. Pero hay una cosa que el dinero parece no poder comprar: la conciencia de que su destino está indisolublemente ligado al de las vidas del otro 99 por cien. A lo largo de la historia, el uno por cien más rico siempre ha terminado dándose cuenta de eso. Demasiado tarde.

#UnDíaComoHoy 22 de enero de 1891 nace Antonio Gramsci [Intelectual y activista político italiano, fundador del Partido Comunista]

Intelectual y activista político italiano, fundador del Partido Comunista (Ales, Cerdeña, 1891 - Roma, 1937). Gracias al apoyo de su hermano y a su capacidad intelectual superó las dificultades producidas por su deformidad física (era jorobado) y por la pobreza de su familia (desde que su padre fuera encarcelado, acusado de malversación de fondos). Estudió en la Universidad de Turín, donde recibió la influencia intelectual de Croce y de los socialistas.
En 1913 se afilió al Partido Socialista Italiano, convirtiéndose enseguida en dirigente de su ala izquierda: tras haber trabajado en varias publicaciones periódicas del partido, fundó, junto con Togliatti y Terracini, la revista Ordine nuovo (1919).
Ante la disyuntiva planteada a los socialistas de todo el mundo por el curso que tomaba la Revolución rusa, Gramsci optó por adherirse a la línea comunista y, en el Congreso de Livorno (1921), se escindió con el grupo que fundó el Partido Comunista Italiano. Perteneció desde el principio al Comité Central del nuevo partido, al que también representó en Moscú en el seno de la Tercera Internacional (1922), dotó de un órgano de prensa oficial (L'Unità, 1924) y representó como diputado (1924). Fue miembro de la Ejecutiva de la Internacional Comunista, cuya ortodoxia bolchevique defendió en Italia al expulsar del partido al grupo ultraizquierdista de Bordiga, acusándole de «trotskismo» (1926).
Enseguida hubo de pasar a la clandestinidad, dado que desde 1922 Italia estaba bajo el poder de Mussolini, que ejercería a partir de 1925 una férrea dictadura fascista. Gramsci fue detenido en 1926 y pasó el resto de su vida en prisión, sometido a vejaciones y malos tratos, que vinieron a añadirse a su tuberculosis para hacerle la vida en la cárcel extremadamente difícil, hasta que murió de una congestión cerebral.

En estas condiciones, sin embargo, Gramsci fue capaz de producir una gran obra escrita (los voluminosos Cuadernos de la cárcel), que contiene una revisión original del pensamiento de Marx, en un sentido historicista y tendente a modernizar el legado comunista para adaptarlo a las condiciones de Italia y de la Europa del siglo XX. Ya en el Congreso de Lyon (1926) había defendido la ampliación de las bases sociales del comunismo abriéndolo a toda clase de trabajadores, incluidos los intelectuales. Sus aportaciones teóricas influirían poderosamente en la adaptación democrática del comunismo occidental que se produjo en los años sesenta y setenta, el llamado eurocomunismo.

miércoles, 20 de enero de 2016

Un cuento que conmueve [Carta de mi abuela "la Comunista"]

Un cuento que conmueve 

Un cuento les voy a contar
y como de Monseñor Romero se trata,
muy bonito será,
y segura estoy les gustará.

El 15 de agosto de 1917, día de la Transfiguración del Señor, nació un niño en Ciudad Barrios, un pueblecito del Oriente del país, en un hogar humilde y sencillo donde siempre se confiaba en el Señor Jesús. Oscar Arnulfo por nombre le pusieron. Ese niño sencillo y bondadoso, del campo disfrutaba. Lo contemplaba maravillado, palpaba su belleza y por todo eso a Dios bendecía.

Obediente y sumiso con sus padres, hasta mandados les hacía. Cuando mucho tardaba lo salían a buscar. Muy pronto cuenta se dieron del lugar que frecuentaba. El niño campesino la iglesia visitaba, donde Cristo se encontraba y lo esperaba también.

Sereno, tranquilo y con mucha devoción al Cristo escuchaba, rara vez él hablaba, pero de vez en cuando murmuraba: "Sí, Señor Jesús". El niño fue creciendo, y también en sabiduría que le hacía amar al Cristo con más intensidad…

El tiempo pasaba y cada vez que al Cristo visitaba la felicidad lo envolvía. Un día de tantos, arrodillado estaba y un llamado sintió. El Cristo le dijo: "Toma tu cruz y sígueme. Yo te indicaré el camino a seguir. Te advierto que en él encontrarás sendas de rosas, pero espinas también que inmenso dolor te causarán".

La felicidad lo embargaba, obediente y con firmeza le respondió: "Sí, Señor Jesús. Yo tomaré la cruz que me ofreces", y las gracias le dio. Dejando estelas en el caminar de su sacerdocio por sus méritos a obispo llegó, para luego convertirse en el IV Arzobispo de El Salvador. El gran "Oscar Arnulfo Romero y Galdámez".

La muerte de su amigo Rutilio, sacerdote también, lo conmovió de tal manera que en profeta se convirtió. La misión de arzobispo fue como las estaciones de un Vía Crucis. Cada estación le fue enseñando que no sólo era un arzobispo, sino también el Pastor de muchas ovejas extraviadas.
El Arzobispo Profeta en el púlpito de la Catedral se inició. La Catedral se llenaba y hasta aplausos se oían –no sólo de su pueblo–, de extranjeros también que desde lejanos países venían, atraídos por conocer y oír al profeta que desde su púlpito con fuerza y valentía reclamaba la justicia y la compasión para su pueblo querido y crucificado, que seguía siendo perseguido y masacrado con odio y con más furia. Su corazón se desbordaba, clamando por el respeto a la vida de sus hermanos, por la dignidad perdida de los hombres, mujeres y niños, que seguía siendo vilmente pisoteada. Y una y mil veces repetía: "la vida es el don más preciado de Dios, sólo a Dios le pertenece", por eso: les pido, les suplico y les ordeno "dejen de matar!".

Su calvario fue largo y doloroso como el de Cristo Jesús.
En sus prodigiosas homilías nos exponía su admirable teología que nos enseñaba cómo amar a Dios sobre todas las cosas, a su Madre, la Virgen María, y a nuestros hermanos en Cristo Jesús.

Los fariseos en su teología se fijaron, pero no en que a conversión los llamaba. Nunca aceptaron que la Iglesia siempre dispuesta estaba a denunciar la injusticia, la opresión y persecución, y no dejará nunca de ser "la voz de los sin voz". "Yo amo a los pobres, decía, y Cristo se identifica con el sufrimiento de nuestro pueblo, por ello la Iglesia es la de los pobres y marginados". Ellos eran los que la Catedral llenaban y cuando se despedía y la mano les daba, lo hacía con su sonrisa habitual, con ternura y compasión que siempre tuvo para su pueblo querido. A los ricos nunca despreció y muchas veces les decía: "Si no se hacen pobres en el corazón, no podrán entrar en el reino de los cielos". Por supuesto, ellos se indignaban porque sus denuncias a su modo las interpretaban. Las comentaban con furia, acrecentando más su odio y sólo callarlo deseaban.

En cambio él, con su bondad, amor, entrega y preferencia por los más necesitados, a su pueblo conquistó. Compartía con ellos su alegría, su esperanza y su confianza en Dios.

En verdad, fue un hombre de oración, sencillo, humilde y sobre todo muy humano. Su amor a Dios y a su Madre Santísima era muy profundo. Amaba a los más necesitados, lo cual lo manifestó de muchas maneras. Su compasión y comprensión hizo acogerlos y darles refugio para cuidar de que nada les faltara. Quería conseguir para ellos una vida digna, una vida de persona, una vida como verdaderos hijos de Dios.

Por ello tomó muy en serio la parábola del Buen Pastor. Muchas veces nos contaba que sus ovejas y su pueblo le habían enseñado mucho y emocionado repetía: "Con este pueblo no cuesta ser buen pastor". Consideraba que era su obligación cuidar de sus ovejas y por eso con firmeza repetía: "Les ruego, les suplico, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión". ¿Cómo olvidar a nuestro Arzobispo que dio su vida por amar a sus hermanos?

Acusaciones le llovían, lo tildaban de que hacía política. Lo que realmente hacía era denunciar la represión y persecución que efectuaban con tanta barbarie. Como profeta anunció que todo eso podría convertirse en una guerra. Decían que era manipulado por… Lo cierto es que fue manipulado por Dios. "Fue un enviado de Dios para salvar a su pueblo". Dios lo guió siempre, El mostró su camino, "el camino de la cruz". Comprensión no había para él. Todo se lo tomaban a mal… Por ejemplo, se indignaban cuando decía "Iglesia de los pobres", y por su opción por los pobres. ¿Qué tristeza verdad? Qué poco conocían los Santos Evangelios, pues el Señor Jesús mostró siempre su preferencia por los más necesitados, mutilados, leprosos, sordomudos y ciegos, curándolos. Y para darles la esperanza les dijo: "Dichosos los pobres porque de ellos es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados". ¿Por qué, entonces, ese escándalo? Si Monseñor Romero lo que hacía era pregonar los mensajes de Jesús y ponerlos en práctica, compadeciéndose de los sufrimientos de sus hermanos. Por eso en la Catedral se dirigía a ellos y les hablaba de la pobreza de Jesús. Lo hacía tan lindo que se sentían halagados y consolados. ¿Cómo se iba a dirigir a los ricos si ellos brillaban por su ausencia? Ellos cómodamente lo escuchaban en sus residencias ¡para después criticarlo!

Hizo repetidos llamados a la oligarquía para que compartieran sus bienes: "No idolatren las riquezas, no las salven de manera que dejen morir de hambre a los demás. Hay que compartir para ser felices... El cardenal Lorscheider me dijo una comparación muy pintoresca: "Hay que saber quitarse los anillos para que no les quiten los dedos". Creo que es una expresión bien inteligente (Homilía del 6 de enero de 1980).

Todos sabemos que la "Iglesia de los pobres" no es "exclusivamente de los pobres", pero fueron los pobres los que buscaban a Monseñor Romero. Ellos necesitaban a su Arzobispo, a su Profeta. Querían oírlo, saludarlo, abrazarlo y recibir su bendición. Su calvario se acrecentaba a medida que el tiempo pasaba, sufrió cuando maltrataban y mataban a sus sacerdotes, a sus amigos y a su pueblo. Su corazón se estremecía de dolor y por eso decía: "A mí me ha tocado sólo recoger cadáveres". Al mismo tiempo el odio hacia él crecía, lo amenazaban y silenciarlo querían… Cuando le decían que tuviera cuidado, él respondía: "no temo por mí, pero sí por los que me acompañan".

Suplicaba que no trajeran armas. El pensaba que las armas no solamente matan al cuerpo, sino también el alma, el corazón, los sentimientos y la razón. Y una vez perdidos los sentimientos y la razón, en bestias se convertirán. ¡Cuanta razón tenía! Nos saturaron de armas y ya ven con esas armas cómo se sigue derramando la sangre de nuestros hermanos. Nuestro Padre Celestial quiso mandarnos un profeta y lo hizo en la persona de Monseñor Romero. El nos hizo ver nuestros errores y nos llamaba a conversión, nos hablaba de mil maneras, con firmeza, con valentía y con mucho amor. El pedía justicia, perdón y reconciliación, pero en cambio lo hicieron sufrir mucho, lo amenazaron, llegaron a odiarlo y quisieron silenciarlo.

El día lunes 24 de Marzo de 1980, Monseñor Romero salió temprano como lo hacía siempre para cumplir con sus obligaciones de arzobispo y de pastor de su grey. Por la tarde del mismo día fue a Santa Tecla a buscar a su Padre espiritual para confesarse. Cuando venía de regreso, venía callado y rezando. Presuroso se preparó para celebrar la Santa Misa en la Capilla de la Divina Providencia. Inició la Santa Misa con mucha devoción y con la plegaria: "Yo confieso ante Dios Padre y ante vosotros hermanos que he pecado…". Luego, una homilía grandiosa y especial… Cuando llegó el momento de convertir el pan en cuerpo de Cristo y el vino en la sangre de Cristo, cayó fulminado a los pies del Cristo Crucificado. El asesino con un certero balazo, traspasó su corazón y su sangre brotó…

Su corazón grande y bondadoso que supo amar intensamente a sus ovejas más descarriadas. El vivió como Jesús y como El fue crucificado por haber amado, apoyado y defendido a los más pobres y haber denunciado a sus opresores. A pesar de las muchas amenazas, nunca creímos que lo harían, que llegarían a tal extremo. Pero sí fueron capaces y no les bastó el hecho cometido, sino además, sus asesinos y otras personas que lo odiaban, celebraron su muerte hasta con champaña en sus residencias.

Sin querer lo convirtieron en un Mártir y en un Santo, y no lograron silenciarlo. Asimismo, él no murió. Monseñor Romero vivirá por siempre y su voz fuerte y valiente será oída con más firmeza, llamando siempre a conversión, sobre todo a los corazones de quienes lo planearon, que lo odiaron tanto que lo mataron. Recuerdo cuando él dijo: "Mi muerte, si es aceptada por Dios, será por la liberación de mi pueblo y como una esperanza en el futuro". Nuestro Pastor no creyó en la muerte, creyó siempre en la resurrección. El nunca se quejó de su cruz, al contrario, todo lo hizo con amor. Ofreció su vida, supo dar el perdón y hoy ora por aquellos que no lo aceptaron como Pastor.

Martes 25 de Marzo. Mártir y Santo, nuestro querido Monseñor Romero yace dormido, no en la Catedral como le hubiera correspondido, sino en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús. El único ruido que se escuchaba era el ruido del silencio… Un silencio profundo. Miles de personas silenciosas y tristes caminaban y esperaban su turno para brindar el último tributo a su Pastor.

El yacía sereno y rodeado de flores. Estaba silencioso. Su pueblo lloraba; turbado y triste, gemía. Se acercaba la semana Santa, el Domingo de Ramos. Llegó el día de sus funerales. El cuerpo de Monseñor ya se encontraba en Catedral. Pusieron su ataúd en la entrada de la iglesia. La gente lo aclamaba, cantaba y lloraba. Había un altar para concelebrar la misa. Llegaron muchos prelados, hasta de tierras lejanas, tomaron sus puestos y contemplaban conmovidos el gran espectáculo.

Comenzó la Santa Misa. En silencio reconocimos nuestros pecados; escuchamos el Santo Evangelio y comenzó la homilía; todos la oíamos con mucha devoción. De repente un fogonazo, un bombazo, tiros por doquier. Y aquel orden y devoción se convirtió en algo terrible, imposible de describir. Se entró el féretro a toda prisa y aquello se convirtió en un caos. La gente grita, corre buscando refugio; la Catedral se llena; las bombas siguen... Adentro hay calor, falta el aire. Hay golpeados y desmayados y hay muertos. Hay ruido, hay pavor, y Monseñor fue sepultado a toda prisa.

¿Qué pasaba afuera? ¿Quién había provocado todo esto? Las horas se nos hacían eternas. Vimos la muerte de cerca. Pedimos perdón y piedad al Señor. La confusión termina... Teníamos que salir. ¡Hubiéramos querido quedarnos con él! Monseñor se quedó solo en su Catedral. La plaza daba horror... Al día siguiente esa plaza estaba desolada, pero mostraba los estragos provocados por la horrorosa tragedia. No se conformaron con quitarnos a nuestro Arzobispo y Pastor. Además quisieron hacer de sus funerales un caos para confundir y acusar a otros de su alevoso crimen.

Han pasado los años y no han querido confesar ni arrepentirse de ese crimen tan horrendo. Investigaciones a fondo mostraron a sus asesinos intelectuales, pero ellos siguen dando el culto al principal causante de la muerte de Monseñor Romero.


Este es un cuento que conmueve. Otro día les contaré por qué lo he escrito.

Amuys
[Aida Parker de Muyshondt 1917 - 2012]

Capitalismo, Globalización: El orden criminal del mundo