Tras el linchamiento del alcalde de San Pedro de los Saguaneros (México), por parte de la población indígena del mismo municipio, Juan Vargas, un desgraciado con aspiraciones políticas, es nombrado como Presidente Municipal Interino. Este acepta creyendo que es una oportunidad para hacer realidad su sueño: ascender y hacer carrera política. Pero la situación del municipio no resulta ser como imaginó y los problemas se le amontonan, por lo que decide renunciar. Sin embargo, su jefe le obliga a quedarse diciéndole que le tocó la Ley de Herodes, "o te chingas o te jodes", y le entrega como apoyo la Constitución y una pistola. Vargas pronto descubrirá las delicias del poder, aplicando la ley a su manera y haciendo todo lo que pueda para enriquecerse y mantenerse en el poder
La ley de Herodes es una comedia negra en la que se denuncia el funcionamiento del sistema político mexicano. La trama ocurre durante el sexenio del presidente Miguel Alemán, a mediados del siglo XX, pero con claras referencias a momentos posteriores. En ella se cargan las tintas contra el PRI, partido de gobierno, pero también contra su oposición, el PAN y el PRD, así como contra la Iglesia, como parte de una misma casta dirigente. Pero más allá de la realidad local mexicana, la película adquiere un tono universal en la crítica al burocratismo, la corrupción y el funcionamiento de las instituciones del Estado al servicio de unos pocos privilegiados. De igual modo se podría haber ambientado en muchos otros municipios de la América Latina actual, por ejemplo. Se trata, en definitiva, de una efectiva sátira corrosiva a una cultura política que concibe el "Estado como botín", que entiende el acceso a la Administración del Estado como una oportunidad para robar y hacerse rico y no como un servicio público a la ciudadanía. Sin duda uno de los problemas más graves para el desarrollo y la reducción de la pobreza que enfrentan los países del Sur tiene que ver con este tipo de cultura y prácticas políticas.
La película cuenta la historia de un político, Juan Vargas, nombrado presidente municipal interino de San Pedro de los Saguaros, en México, un pueblito de mala muerte de unos cien habitantes de mayoría indígena. Juan Vargas es un pobre diablo al que sus superiores le dan el puesto porque nadie está interesado en ocupar tan peligroso lugar, el anterior presidente municipal fue linchado por la población. Cuando toma posesión del cargo Vargas realmente cree que su función es traer la modernidad y la justicia social al pueblo. Y quiere trabajar realmente por ello. Pero al ver que es abandonado a su suerte, sin presupuesto ni condiciones para llevarlo a cabo, sólo le entregan una pistola y la Constitución, acabará aceptando (y beneficiándose) de las reglas del juego institucional, convirtiéndose en un funcionario corrupto más que tratará de sacar el mayor beneficio posible de la situación.
Es interesante resaltar el simbolismo de las dos cosas que le entregan para llevar a cabo su trabajo: la pistola y la Constitución, o sea, la capacidad de ejercer violencia y la de administrar la Ley. El Estado es así reducido a una herramienta de coacción al servicio de unos pocos frente a la gran mayoría. La pistola posibilita a Vargas intimidar a la población. La Constitución, así como sus interpretaciones y particulares añadidos, le permite imponer multas, crear nuevos impuestos y obtener recursos de la gente. La misma Constitución es utilizada en la película para guardar el dinero recaudado, símbolo del uso corrupto que se hace de ella.
Otro de los temas que Luis Estrada denuncia es la impunidad en la que vive la clase política. El político corrupto, lejos de ser castigado, es protegido y tapado, garantizándose entre unos y otros la permanencia en el poder de esta clase política. En un momento de la película se afirma: ''El reto para nuestro partido, por el bien del país, es estar en el poder por siempre y para siempre". A pesar de las diferencias de partido, la película sostiene que unos y otros son lo mismo, distintas caras de una misma casta. Y en este ácido retrato, el poder eclesial también está implicado, negociando y sacando beneficio del mismo modelo de corrupción.
Pero la película también permite observar la otra cara del sistema de corrupción generalizado, la cara de los pobres sobre los que se sustenta todo este modelo. En el caso particular del pueblo de San Pedro de los Saguaros nos encontramos que la mayoría de la población, de origen indígena, no habla español porque no hay escuelas y viven en una situación de extrema exclusión social. Se trata de una población sobre la que se construyen discursos de modernización y progreso, los que justifican infraestructuras y planes de desarrollo, cuando no posibilidades de negocio. Pero es una población en realidad relegada y marginada por las autoridades del Estado, que sólo se relacionan con ellos en términos de ejercicio del poder y de obtención de recursos. Obviamente se trata de una situación con claras connotaciones universales.
Descargar Torrent: La Ley de Herodes
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